Hoy tiene que ser. Sí, sí, la situación es insostenible. Y, como dice Bersuit, “nada recicla esta contención, el choque no se puede evitar…”. Bueno, qué nervios pues. Entonces, llego y enfoco la mirada en busca de la tuya. Gente, gente. Te encuentro. Alerta, la vista panorámica ha sido exitosa. El tiempo y las palabras transcurren y yo no me puedo concentrar en nada que no sea vos. Cada tanto me encontrás también, lo siento. Idas y venidas. Fin del encuentro. Distensión generalizada. Tensión personal. Podemos ir a tomar una cerveza, caminar o simplemente pasar unos minutos intercambiando palabras. Nuestras miradas se cruzan, nuestros dedos se rozan…pero es más de lo mismo. Lo mismo de siempre. Es escenario es absurdo, siempre lo fue, y sin embargo el “necesariamente” cae por decantación. Emprendo el camino de regreso a mi casa, chequeo mi correo electrónico, fumo un cigarrillo, me lavo los dientes y me acuesto. Una nueva desilusión y, al mismo tiempo, nuevas pautas que me indican el final ineludible de esta historia. ¿Qué historia? ¿Certidumbre o ilusión? Cierro los ojos e imagino e imagino…y así hasta que finalmente me duermo. He aquí la explicación de porqué los cinco minutos que tardo en dormirme son mi momento preferido del día.
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1 comentario:
Sólo decirte, chiqui, que perro que ladra no muerde... pero muerde si no lo dejan ladrar...
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