miércoles, 8 de julio de 2009

Vivir bien; morir bien

Yo llegué esperando verlo muerto. Así demostraba estar y, su enfermedad es terminal, todo es de un momento a otro. Esperaba que estuviera dormido para siempre, llorar y abrazar su cuerpo inerte. Todo el camino en el taxi pensaba en esa escena (y había tanto tránsito, como nunca un miércoles a la noche…). Cuando entro a la habitación, lo llego a ver unos segundos desmayado y de repente, por arte de magia, por un milagro o por un acto de amor, vuelve en sí, se me acerca, mueve la cola y me da besos. Fue un hermoso regalo de despedida, Alu.

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